La TSH (hormona estimulante de la tiroides) elevada, en el embarazo, o en otras situaciones, refleja que el funcionamiento de la tiroides no es el adecuado (hipotiroidismo).
La TSH es una hormona producida por una glándula ubicada en el cráneo llamada hipófisis. Esta glándula controla el funcionamiento de otras glándulas del cuerpo, entre las que se encuentra la tiroides. La producción de TSH es inversamente proporcional a la cantidad de la hormona tiroidea producida (T3 y T4), por lo que cuando la tiroides produce menos hormonas, la TSH aumenta y viceversa. La causa principal de la baja producción de glándulas tiroideas es la inflamación autoinmune de la glándula, conocida como tiroiditis de Hashimoto.
El hipotiroidismo durante el embarazo es potencialmente peligroso, ya que puede causar problemas tanto en la madre como en el bebé. Por ello, el examen de TSH forma parte de los cuidados prenatales.
Cuando el tratamiento se sigue correctamente, los riesgos son casi inexistentes. No obstante, cuando no se realiza el tratamiento, los riesgos para el bebé son:
- Parto prematuro;
- Arritmias;
- Problemas cognitivos y de inteligencia;
- Muerte fetal.
Para la mujer, los riesgos son:
- Preeclampsia, cuando la presión arterial sube durante el embarazo;
- Disminución de la fertilidad y dificultad para quedar embarazada.
¿En qué consiste el tratamiento?
El tratamiento del hipotiroidismo en el embarazo consiste en el uso (vía oral) de hormonas sintéticas. La dosis puede ser modificada de modo que el bebé no se vea afectado, manteniendo un equilibrio hormonal adecuado. El control de la dosis adecuada debe realizarse cada 6 a 8 semanas, a través del examen de TSH y T4 libre.
Cabe resaltar que el hipotiroidismo bien controlado no causará perjuicios ni a la madre ni al bebé.
Recuerde acudir a todas las consultas prenatales programadas e informar al obstetra de cualquier alteración que ocurra durante el embarazo.
Última actualización el 14 de Abril de 2018 a las 03:57 am.